Residencia
5×5
= cinco días en una residencia de videodanza, cinco personas trabajando en grupo una producción que une cuerpo y tecnología ¿es poco? ¿es mucho? Dejando a un lado las cuentas, flota una certeza: el grupo representó un micromundo -con micromundos paralelos- dentro de la Residencia del 14º Festival internacional de VideoDanzaBA, coordinada por Augusto Zanela y Edgardo Mercado.
La Residencia en sí es un universo de vidas que se encuentran luego de un proceso de selección con la esperanza de crear, aprender y compartir la experiencia. El primer capítulo del desafío que nos convocó: generar intervenciones en el espacio público con los ejes memoria, cuerpo e imagen. El espacio público no es una expresión vaga en este caso, ya que el ex-predio de la ESMA, paralelamente a los esfuerzos contemporáneos por re-significarlo, aún suspira su historia a todo aquel que lo recorre. Los condicionantes sugeridos por los directores de la residencia: encontrar significados originales que no estén relacionados de manera directa con la historia del predio en el que se ubica el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti.
Volviendo al grupo humano: colegas seleccionados de todas las latitudes. Desde Canadá hasta Bariloche, con diversos perfiles y experiencias vinculadas a los mundos del cine, programación de interactividad, composición de música, danza clásica y contemporánea, acrobacia y educación, entre otras. Se definieron tres grupos para que cada uno pueda generar una idea y una producción que se exponga los días 6 y 7. Sin presupuesto, parte de la experiencia era la gestión de los elementos y los espacios necesarios para generar una muestra de videodanza.
Otro condimento era el de encontrar una acción parasitaria entre las producciones y los equipos, como formas de vincularse e interactuar para resolver necesidades o potenciar recursos. Así surgieron oportunidades de ayudar y pedir ayuda, y descubríamos las personalidades y capacidades mientras nos conocíamos trabajando.
Los días se dividían en dos: mañanas de clínicas diarias con los coordinadores, donde se exponían las ideas y avances grupales, encontrando formas y medios adecuados para comunicar en escasos minutos. Y luego escuchar atentamente las devoluciones de los coordinadores y miembros de otros grupos, que resonaban durante el resto del dia en nuestras mentes.
Durante las tardes los equipos se autogestionaban para investigar, experimentar y producir a contrareloj. Con tópicos específicos a resolver en 24 horas: la idea, el componente tecnológico, el componente coreográfico, la puesta (que consideraba la experiencia del espectador) y el ensamble. El perfil proyectual y el perfil experimental mediaban en cada orientación de los coordinadores.
Nuevamente 5×5. Cada disciplina tenía que fusionarse en un solo componente creativo, y a pesar de las pautas resultaba complejo que lo urgente (qué lugar vamos a intervenir) vaya sobre lo importante. Al poco tiempo aprendimos también a trabajar sobre las ansiedades y frustraciones que representaban cambiar de espacios o no llegar a resolver una componente.
En los tiempos muertos (pocos) un espacio en Facebook se iba cargando de referencias inspiradoras o de sugerencias para/por los grupos. Discusiones para cambiar la infralevedad de la danza, imágenes de la obra de Boltanski, trabajos por planos, textos de Deleuze, producciones comerciales, intervenciones sonoras y los clásicos como Nam June Paik o Gondry, entre otros materiales.
A medida que avanzaba la semana hubieron algunas bajas de integrantes que hicieron que cada grupo vuelva a mutar y reorganizarse para asumir nuevos roles y tareas. Gracias al nivel de exigencia y trabajo, en poco tiempo los grupos tenían una fuerte identidad, no solo con las propuestas/apuestas sino también con sus dinámicas de trabajo.
El resultado: tres tejidos sobre la memoria, cuerpo e imagen diferentes entre sí: La memoria a corto plazo, las huellas mnémicas, la memoria sensorial, se amalgamaban con el uso de las imágenes, y con el movimiento, el cuerpo humano actuando como medio e interfaz. El momento final: el aire mágicamente cargado de los nervios de mostrar una creación por primera vez de manera pública. Un grupo se sucede al otro, casi no hay interrupciones. El público no tiene tiempo para aplaudir, la acción se traslada sucesivamente de un espacio a otro. Los tres ensambles se imbrican en una búsqueda incierta que da pie a creaciones originales por medio de la memoria, el cuerpo y la imagen.
A menos de una semana de la intensa experiencia y con mucho aún por decantar , quien les escribe es parte de un nuevo colectivo denominado A.mo.ver (con puntos que cambian de lugar para generar otros sentidos) y que es una de las reverberaciones de este espacio, fuente primaria de una ténue luz que acaso ilumina lo suficiente para seguir buscando y creando.
En este espacio les acercamos diferentes recorridos para conocer de qué fue la Residencia, y de qué va A.mo.ver… ¡Bienvenidxs!